19 de noviembre de 2007

Mensaje de la 36

 

UNA PARTE DE LA HISTORIA DE “LA UNION”

 

Este sábado la radio estará transmitiendo en directo desde la Plaza Huelga General en
La Unión, como actividad previa al Acto que la Asamblea Popular llevará a cabo al miércoles siguiente en el mismo lugar.
Hemos recurrido a periódicos y otros documentos de la época para intentar describir el lugar, donde a los muchos años de que los soldados de Oribe y Rosas sitiaran la ciudad amurallada de Montevideo, hoy, los trabajadores, jubilados, jóvenes, y amas de casa han decidido reunirse para protestar contra las medidas antipopulares del gobierno vuelto a amurallarse, en el centro de la capital. También en el pasado los comerciantes tuvieron
mucho que ver en el desarrollo de La Unión.
En Villa Restauración, había un poderoso núcleo de negociantes, que mientras los soldados peleaban y se desangraban en las trincheras, ellos abrían negocios florecientes pensando en el futuro y el progreso.
Un diario los destacaba a varios de ellos que abrían sus negocios en la Avenida General Artigas y que hoy se llama 8 de Octubre y que antes del año 1946 se llamara calle Restauración.
Estaban la tienda de Magín Artigas, José Ortega Perdomo, Juan José Segundo, juidobro
y Sanguero, los registros de José Pingles, y de Carranza. Barracas de madera de Casimiro Solanet, Jaime Illa, y Viamont, José M. Aguirre y la de Pijuán. Don Pedro H. Olave y Don Carlos Moratorio ya en aquellos tiempos remataban saldos en las tiendas abarrotadas.
En la Villa se emitía dinero y la operación de acuñar moneda estaba a cargo de diversas platerías como La Oriental, la de Juan Pol la de Lametz que al mismo tiempo ofrecía alquilar escopetas sin garantías.
Hasta turismo existía, era la Fonda del “Caballo Blanco” que ofrecía “alta cocina y trato marsellés”.
A este se agregaba la Fonda de Santiago o la que también se conoció como el “Tropezón”. También había exquisiteces de otro orden, como las que ofrecía la chocolatería de Juan Roses. Mármoles para el boato de los vivos ofrecía
Cipriano Cedrés y maderas para los difuntos entregaba el Guardia Nacional. Pedro Gorostide que además de vender ataúdes prometía “tratar con esmero a las personas que tuvieran el placer de ocuparlos”.
Había sitio, guerra y combates, pero también había comercios y más comercios. Y entre ellos apenas lugar para algunas diversiones como el Cosmorama, el Reñidero y la Cancha de Pelota. Finalmente el 8 de octubre de 1851 se firmó entre el General Flores y el general Oribe el tratado de paz que puso fin a la Guerra Grande y que se conoce con el nombre de Pacto de La Unión. Aquí aparece por primera vez el nombre de Unión.
Relata Bonavita que se firmó el documento en casa de un Oficial del Batallón Lasala, apellidado Quesada.
La casa aunque reformada todavía existe y lleva el número 3931 de la Avenida 8 de Octubre. “El pequeño pueblo saludó en masa a los dos caudillos, muy flaco uno aindiado el otro, con barba y patillas”.
Hubo alegría por el advenimiento de la paz, pero esta vez la pacificación no aportó mayor desarrollo que el que ya se había experimentado. De hecho, la población en cierto modo se estancó al eliminarse la Aduana del Buceo y al retirarse las
tropas argentinas que habían sido fuertes consumidores. Un mes y tres días después de firmada la paz, el Gobierno de Joaquín Suárez expidió un decreto dando el nombre de Villa de la Unión al Pueblo Restauración como homenaje a la unificación que se comenzaba a promover luego de la larga escisión que había dividido a los orientales.
En 1854, La Unión tenía menos de 5.000 habitantes es decir había disminuido su población. Pero ya se estaba en el umbral de una recuperación.
Hay dos nombres para evocar de esta etapa. Fueron Norberto Larravide y Tomás Basañez. Ambos habían tenido destacada actuación bajo el Gobierno de Oribe.
Al extinguirse la influencia del Gobierno del Cerrito estos hombres de iniciativa, decidieron impedir el letargo de su Villa. Idea de Larravide fue la de crear una Compañía de Omnibus para unir con un servicio regular La Unión con Montevideo.
La compañía se inauguró en 1853. La acción de Larravide quedó trunca por su muerte acaecida en 1855, aunque pudo ver coronados sus esfuerzos en el sentido de erigir la que luego fuera famosa Plaza de Toros de la Unión. Entre tanto se habían instalado varias fábricas de velas y seberías dentro de la zona y en 1854 se inauguró el alumbrado a gas en la manzana donde estaba la casa de Larravide. Basáñez por su parte ganó la licitación para levantar la Plaza de Toros que sobre planos de Antonio Font Gibell, fue inaugurada en 1854.
En 1859 la Villa tenía pocos edificios públicos; contaba con el Colegio, el Cuartel, la Plaza de Toros, y en un extremo contra el río, el Cementerio de la Unión, al que se llevaron los restos sepultados en el viejo camposanto de La Mauricia.
Casi 6.000 habitantes tenía La Unión en esa fecha; la mitad pertenecía a la planta urbana. Poseía 560 casas, 400 de azoteas, 100 eran de material
con techo de paja y 60 de “estanteo”.
Funcionaban 312 establecimientos comerciales desparramados por la sección; almacenes con pulpería, 50; tiendas de géneros 14, carpinterías 10, zapaterías 12, atahonas 5, herrerías 5, Escuelas 6, y 5 reñideros según los datos del historiador
Eduardo Acevedo.
De todos modos ir desde Montevideo hasta esa floreciente población era obra de titanes, pues el camino de La Unión tenía nada menos que 10 impresionantes pantanos en los que a menudo se enterraban varios días las carretas, las diligencias y otros vehículos. Los más temibles eran el del frente al Cementerio Inglés, el del Cordón hasta
la Plaza Artola, el de frente al Cristo, el de frente a la Casa Volada, frente a lo de Gallinita, el de Reyes, el de Peña, el de Pedemonte y el del “Bajo de la Unión”.
En 1868 la epidemia de cólera que había asolado a Montevideo, también hace sus estragos en La Unión. Al final de largos días de temor y muerte. 450 cadáveres se incorporan al cementerio de la Villa.
Un viejo vecino de La Unión, el general Timoteo aaricio famoso lancero y hombre capaz e levantar la campaña en cualquier momento, Volvió a la Villa en circunstancias dramáticas que el mismo creó.
Matrero y analfabeto era hombre de gran valor y bastante implacable con sus enemigos, hizo estallar la más grande de las revoluciones que soportó el atribulado Gobierno de Lorenzo Batlle.
Triunfador en campaña, se vino a Montevideo poniendo sitio a la Capital. Instaló su Cuartel General en la casa de Andrés Fariño en los fondos del que después fue el campo Español.
Sus fuerzas contaban con 4.000 hombres y sus avanzadas llegaban hasta Tres Cruces.
Pero el 29 de noviembre de 1870 salió del Cordón la columna de las Fuerzas gubernamentales.
Y dice el historiador Bonavita textualmente: “La columna tomó la calle Aldea hasta La Figurita y luego por ésta hasta el camino del 18 de Julio actual 8 de Octubre donde encontró un puesto de centinela. Esta primera guardia fue terminada en pocos minutos. La gente fue sorprendida churrasqueando. El soldado encargado de los fogones
fue elevado contra la pared francesa de la esquina por un golpe de lanza.
Al frente de las tropas, montaba su caballo moro, don Lorenzo Batlle vestido de paisano.
Los colorados llegaron al centro del pueblo sin grandes bajas. Frente a La Liguria, hizo alto la fuerza de Gobierno. Casi en el mismo momento una bala disparada, según se afirma desde lo alto de la confitería y Café La Valenciana hirió el caballo
del Presidente.
El sobreviviente que narró la escena oyó estas palabras de Don Lorenzo, dichas mientras se inclinaba para acariciar el cuello del animal: “Tené paciencia moro, esa bala era para mí”.
Casi de inmediato el Mayor Carrión jefe de la artillería solicitó autorización para bombardear el Asilo de mendigos donde los blancos tenían el Cuartel general. Pero Batlle le contestó: “No mayor es una propiedad de la Nación. No hay que arruinarla.
Ya lo tomaremos en otra parte”.
Así se salvó el actual Hospital Pasteur. El 18 de diciembre de 1870 el General Aparicio se alejó con sus tropas. Sin embargo no fue éste el último sobresalto de los vecinos de La Unión. El 11 de octubre de 1891 está a punto de hacer eclosión un complot contra el gobierno de Julio Herrera y Obes.
La historia recoge como el “complot blanco, Latorrista”.
A consecuencia de él y de la acción del gobierno, mueren varios ciudadanos nacionalistas congregados en un club político en La Unión y Don Pantaleón Pérez a quien matara un centinela del Cuartel.
Con el advenimiento del nuevo siglo, la Unión transforma poco a poco su fisonomía. Su comercio que había sido desde el comienzo un rasgo prominente, comienza a florecer en la paz de las instituciones.
Surgen a lo largo de su calle 8 de Octubre como por encanto, cientos de pequeños y grandes comercios dando a la zona una característica propia, definida de gran centro con vida propia.
Y así La Unión nacida para servir a la guerra, se hace un elemento de paz, de progreso social, de fecunda actividad intelectual. La Restauración había cumplido su ciclo. La Unión símbolo del espíritu fraterno de un país, se desenvuelve hacia el futuro, arrastrando una profunda tradición, fomentando el localismo hacia el bien de todos.
Según un relato aparecido en un Suplemento del Diario El País del miércoles 4 de noviembre de 1964 bajo la responsabilidad del periodista Nelson Santos el Hospital Pasteur que existe en La Unión ha tenido un extraño destino.
Es probable señala el narrador que ninguna otra construcción de las que se han levantado en nuestro país, haya tenido una trayectoria tan accidentada y hay sido utilizada para tantas funciones distintas.
Fue proyectado para Seminario y se comenzó la obra en plena Guerra Grande pero antes de haberse culminado los trabajos en 1849 ya se habían cambiado los planes y en 1848 estaban instaladas en los flamantes ambientes, las oficinas policiales del Gobierno del Sitio.
El terreno lo había donado Tomás Basáñez y la edificación fue realizada por Netto y Cunha pero como el Gobierno de Manuel Oribe no pudiera pagar la vasta obra, el establecimiento fue escriturado a nombre de los dos contratistas. De este modo pasó, pasajeramente a manos particulares el proyecto más ambicioso que se llevó a cabo
en nuestro país durante la Guerra Grande.
Posteriormente, en 1850 se albergó en el fallido Seminario la Academia de Jurisprudencia a la que le corresponde el honor de haber dado origen a los estudios de Derecho en el Uruguay. Finalmente y no sabemos debido a que trámite o razones, el enorme edificio que en ese entonces tenía solamente una planta y la torre de tan extraña
arquitectura, tuvo un nuevo destino; pasó a ser el primer Asilo de Mendigos que tuvo nuestro país. Los detalles de la inauguración han sido pormenorizados historiados por Luis Bonavita en una de sus crónicas de La Unión.
El acto tuvo lugar el 19 de agosto de 1860 y comenzó con un Tedeum en la Iglesia de San Agustín. Estaban presentes el presidente de la República Bernardo Berro y sus ministros así también una enorme cantidad de público que desbordaba el templo y la Plaza.
Terminada la ceremonia, autoridades y público atravesaron hasta el espacio que los separaba del flamante Asilo para asistir a la bendición de la imagen de San Francisco. Todos los presentes que evocaba el humilde santo se armaron luego de paciencia para escuchar el largo discurso con que el Señor Luis Lerena hizo una larga historia del
proyecto del Asilo.
Más parco y más directo fue don Bernardo Berro quien declaró que el acto más puro de su gobierno era la inauguración de aquel asilo que iba a albergar a los ancianos desvalidos.
Y entonces vino un aspecto del acto que hoy sería imposible. En el comedor aguardaban 13 mendigos con los que se había fundado la institución. Pobres viejos a quienes había aplastado la miseria y la senectud, recibieron sin embargo un extraordinario y hondo homenaje. Cuando llegó el momento de servirles el primer almuerzo que iban a recibir en su nueva casa, el propio presidente de la República les cortó el pan y sus ministros lo imitaron.
Muy pronto el Asilo tuvo una población crecida. A los pocos años ya se habían acumulado varios cientos de asilados. Era lógico que en aquellos tiempos en que la
pobreza castigaba duramente a una población siempre en medio de turbulencias políticas y económicas, el número de ancianos desvalidos tenía que ser muy alto.
Al crecer la cantidad de asilados crecieron naturalmente las dificultades para financiar el establecimiento.
Pero no fue este el mayor enemigo que tuvieron los viejitos, sino otro, el cólera que estalló en 1868 y que llevó a 40 de los ex mendigos. Muchas vicisitudes más se vivieron en el Asilo, incluso la de verse despojados los viejitos para dejar lugar a que instalaran una cárcel en lo que había sido su compasivo hogar. Hasta que finalmente en campos que también fueron de Basáñez se inauguraron los actuales pabellones del actual Piñeyro del Campo, en noviembre de 1912.
La Unión de hoy que conocemos, ha cambiado mucho seguramente, pero sin que existan sitios, trincheras, guerras o conspiraciones contra el gobierno de Montevideo, la miseria, la pobreza, los indigentes, y la necesidad de los Asilos se ha visto aumentada mucho más, que durante aquellos primeros años de desarrollo de la Villa.
Como en La Teja, y Goes primero hace falta que ahora los asambleístas trabajen con pasión y tenacidad convocando al Acto de La Unión donde resurgirá el espíritu de combate y de libertad que aún se esconde entre las calles, General Artigas, y la Villa Restauración, y las cañadas que surcaban los campos y chacras solamente recorridas
por las carretas y diligencias de aquellas épocas.
Lo importante ahora es contactar a los compañeros y amigos afines a la Asamblea Popular de La Unión, no es el objetivo grandes actos con la misma gente, mejor que eso es que en cada barrio el público mayoritario sea local, de manera de ir sumando, y crear organización en cada sitio, para poder contar con compañeros organizados localmente.
Esta Asamblea Popular de La Unión debe servir para encontrar en esa enorme e importante barriada referentes políticos, sociales y sindicales donde se arraigue en el futuro el trabajo organizativo de esta fuerza que se va extendiendo por toda
la ciudad.
Ya se habla de aprovechar la ocasión para destacar la actitud de dignidad latinoamericana expresada por el presidente venezolano Hugo Chávez durante la Reunión Cumbre Iberoamericana.
Una reunión que sin duda debe servir de balance de fin de año, en medio de un Poder Ejecutivo que lanza una ley policial sin precedentes para ingresar a la casa de los militantes de izquierda, simplemente por tratarse de una denuncia de un
vecino y hasta de un menor pudiera ser.
Un fin de año donde los jubilados vuelven a reclamar un aguinaldo que nunca les dan. Unos precios que nunca más volvieron a bajar y que debemos ir previendo a cuanto se irá este año una pequeña canasta familiar de fin de año, con un pan dulce una sidra, un vino y un pedazo de cordero.
La Asamblea Popular cumple múltiples propósitos, por un lado de denuncia, de crítica, de protesta, de manifestación, movilización y lucha. Pero no debe quedarse ahí la cosa, también debe dar respuesta a los aspectos organizativos, a los de propuesta, a los planes nuevos de trabajo y a los de solidaridad, funcionamiento y labor conjunta.
En la Asamblea Popular no solamente la gente se exterioriza, propone, y organiza, y además se une, se solidariza, se fortalece juntándose y dejando de sentirse en soledad.
La Asamblea Popular aspira a ser una fuerza nacional, a radicarse en todas las ciudades y pueblos del interior. Por eso hace falta desarrollar fuerzas locales, para que los actos no sean “un desembarco” como los del Frente Amplio, sino una tarea local arraigada en la gente del lugar, con referentes locales principalmente.
El Frente Amplio ahora está pagando las duras consecuencias de haber destruido estas fuerzas locales, de depender casi exclusivamente de la publicidad de la televisión y de la creatividad de un publicista a sueldo.
La Asamblea Popular debe confiar en desarrollar sus propias fuerzas en cada lugar, dejando de lado la agitación electoral, la publicidad comercial de quienes venden un producto, y trabajar en forma decidida en dirección de la conciencia de la gente.
La izquierda progresista, ha pasado a temerle a la palabra “propaganda” en cambio nosotros debemos reivindicarla como esencia de nuestro trabajo de concientización del pueblo.
Cuando vemos que nuestros propios compañeros de la Asamblea Popular están juntando
firmas para dirigentes del PIT CNT que no los votan ni sus propios compañeros de trabajo, no es culpa de ellos. Más bien pasa que nosotros no hemos dedicado todo el tiempo necesario, ni expuesto totalmente de manera correcta las razones de por qué no vale la pena perder el tiempo haciéndole mandados a Juan Castillo y Luis Puig.
¿O quizás tampoco estemos demasiado convencidos que debe ser así como pensamos?
Po que cuando alguien nos manifiesta por ejemplo que él sabe bien lo que piensa pero no sabe como explicarlo, casi siempre se trata de alguien que en el fondo no está tan claro en sus ideas como supone y declara. Quien sabe de que se trata, también sabe explicarse de alguna forma.
Y de aquí en más los que estén de acuerdo con la Asamblea Popular deberán estar preparados para dar muchas respuestas no solo a los demás sino y sobre todo a las dificultades y problemas del proceso de aquí en más.
Se está comenzando a cruzar una delicada línea casi imperceptible entre la razón de criticar a lade dar respuestas correctas hacia el futuro.
Mientras ahora el 80 por ciento del tiempo es contemplativo de los hombres de gobierno, en poco más será justamente al revés, ese mismo tiempo habrá que dedicarlo a responder a los desafíos que se nos presentarán.
Por esa razón y algunas otras hay que trabajar hacia la formación de hombres y mujeres que piensen y sepan dar respuestas de manera ingeniosa y creativa, más que en militantes que estén siempre a la defensiva en el papel de quien observa la realidad
pero no se siente en capacidad de transformar el proceso social.

ESTE SÁBADO TRANSMITIMOS Y NOS VEMOS DESDE LA UNION.
Y EL MIERCOLES DESDE LA PLAZA HUELGA GENERAL, LA PALABRA DE LOS DIRIGENTES POLÍTICOS, SOCIALES Y SINDICALES.
JUNTO A LA PARTICIPACIÓN DE LOS ASAMBLEISTAS DE LA UNIÓN.