15 de mayo de 2013

 

 

MENSAJE DE LA 36

 

“Se cumplen 65 años de la expulsión de sus casas de 750.000 palestinos”

65 AÑOS DE ISRAEL, 65 AÑOS DE NAKBA
“Los viejos morirán y los jóvenes olvidarán, decía Golda Meir primera ministra de Israel de 1969 a 1974, pero nosotros demostramos que se equivocaba”

Una villa palestina vuelve a la vida 65 años después de la “Nakba”

Se cumplen 65 años de la creación del Estado de Israel y del desplazamiento de 700.000 palestinos

“Nakba”: La catástrofe de 1948 que sigue presente hoy

Escribe Carmen Rengel especialista en temas sobre Palestina y columnista del diario madrileño El País que los israelíes celebraron hace un mes los 65 años del nacimiento de su Estado. Los palestinos conmemoran este miércoles el reverso de esa fiesta, su tragedia el Nakba, en árabe, el desarraigo y el exilio para más de 700.000 personas, casi un tercio de su pueblo.
Pese al tiempo transcurrido, hay lugares como Iqrit donde aún se mantiene viva la esperanza del retorno y donde se pelea para hacerlo realidad. La villa, situada al norte de Israel, está siendo rehabitada por los jóvenes descendientes de aquellos palestinos que dejaron sus casas en 1948.

Siguiendo los pasos de sus antepasados en una de las zonas  agrícolas más ricas de Israel, en Galilea, una avanzadilla comunera ha plantado verduras, ha subido al cerro dos burros para arar y ha creado una granja de pollos minúscula. También está desenterrando las ruinas del pueblo y se ha organizado para contarlo en las redes sociales. “Los viejos morirán y los jóvenes olvidarán, decía Golda Meir primera ministra de Israel de 1969 a 1974], pero nosotros demostramos que se equivocaba”, explica Walaa Sbait, profesor de teatro y portavoz de los nuevos vecinos de Iqrit. El Ejército de Israel ha desmantelado ya en varias ocasiones su pequeña infraestructura. Siempre los jóvenes han vuelto a levantarla a las pocas horas. Así llevan 10 meses.

Su iniciativa arrancó tras el último campamento de verano organizado por la comunidad, una tradición desde 1995 que sirve para recuperar tradiciones, para no olvidar. “Ojalá podamos quedarnos para siempre. Estamos ejerciendo nuestro derecho, reconocido por los tribunales y el Gobierno de Israel, a volver a la tierra donde vivieron los nuestros”, insiste Sbait. Y es que Iqrit, junto con Bi´rem, es la única aldea árabe en la que legalmente se ha avalado la vuelta de sus antiguos pobladores, sin que aún se haya puesto en práctica.

En total, 490 vecinos, todos cristianos malaquitas, vivían en las 74 casas de Iqrit cuando en noviembre de 1948 los soldados israelíes evacuaron el poblado. Decían que era por seguridad, dada la proximidad de los enfrentamientos con el Ejército de Líbano. Los vecinos accedieron a marcharse, sin incidentes. Fueron transferidos a la vecina Rama. “Sólo serán 15 días”, les prometieron. Pero el exilio supera ya las seis décadas. Mientras los iqritenses estaban fuera, Israel declaró el pueblo zona militar. En julio de 1951, la Corte Suprema de Israel dio la razón a los pobladores reconociendo su histórico derecho sobre la tierra y avalando la legalidad de su vuelta a casa. Pese a fallo judicial, ese mismo año, en Nochebuena, el Ejército demolió todo Iqrit, salvo la Iglesia de Nuestra Señora y el cementerio. Las tierras fueron confiscadas.

Mientras los residentes se asentaban sobre todo en el norte de Israel, Haifa, Nazaret, mantenían el contacto y se movilizaban para hacer cumplir la decisión de la Corte. Han hecho manifestaciones, huelgas de hambre, recursos… Los diferentes Gobiernos siempre han mantenido la prohibición de volver alegando motivos de seguridad, por su cercanía a una frontera caliente o en tiempos de las Intifadas. “No hay razones objetivas para que nos mantengan alejados, denuncia Nemi Ashkar, portavoz de la comunidad. En tiempos del primer ministro Isaac Rabin, en 1993, una comisión ministerial también recomendó el retorno. Incluso apostó por indemnizarnos y dejarnos construir 60 hectáreas. A nadie le interesa recordar aquello”.

La resistencia también se ha organizado desde la fe. Una vez al mes, hay misa en la parroquia aún en pie, que domina la loma rodeada de pueblos exclusivamente judíos, verde y apacible, donde apenas quedan restos de una calle, la que lleva al camposanto. Israel sí permite que se siga enterrando allí a los vecinos. La ceremonia la oficia el padre Souhail Khoury, hijo de la villa, exiliado, aún titular de la plaza, que el Vaticano sigue reconociendo como activa. En la humilde capilla, levantada hace 200 años sobre ruinas bizantinas, el padre Khoury señala la única foto que se conserva previa a 1948, en la que se ve el pueblo completo. “Ya no queda nada”, se duele.

Tras cada misa, los adultos charlan y se ilusionan con un plan para construir en la zona, que han diseñado basándose en el aval de la Corte Suprema y la comisión de Rabin. Los planos muestran casas blancas y un bulevar silvestre junto a la iglesia. La idea es presentar el proyecto a administraciones y jueces, hasta que alguien les deje acometerlo. “Nudnik”, resume Ashkar, usando la palabra hebrea que define a quien insiste sin parar sobre un asunto.

“Aún combatiremos”, dice Magda Abdala, madre de cinco hijos, abuela de ocho nietos, cuyo marido yace enterrado en Iqrit y que en los años 70 se coló y pasó una noche de su luna de miel donde ahora los jóvenes han montado una jaima hecha de alfombras. De momento, la urbanización es un sueño. Pero los burros y las matas de patatas y las mesas de picnic son reales. “Ojalá sea el fin de la nakba”, concluye Sbait.

“Nakba”: La catástrofe de 1948 que sigue presente hoy.

Los palestinos conmemoran hoy el día más negro de su Historia. Recuerdan la Nakba, la catástrofe que supuso el exilio forzoso de al menos 750.000 palestinos de sus tierras, y que consideran que continúa hoy día.

“El 15 de mayo, el pueblo palestino marca el 65 aniversario de la Nakba, el principio del exilio palestino. Hasta hoy, Israel no ha reconocido su responsabilidad por los crímenes cometidos contra el pueblo palestino”, señala la Autoridad Nacional Palestina en un comunicado. Hoy, el 66% de los palestinos son refugiados.

Los 750.000 palestinos expulsados durante la primera guerra árabe, israelí a ellos hay que añadir los que tuvieron que salir tras la ocupación de Cisjordania y Gaza durante la guerra de 1967, se han convertido hoy en una población de 5,3 millones de refugiados censados. En 1948, cuando se creó el Estado de Israel, la población Palestina era de 1,2 millones. Al menos 418 aldeas palestinas fueron destruidas entonces y murieron unas 15.000 palestinos.

Hablar de esta parte de la historia de Israel está terminantemente prohibido por ley. Y los líderes políticos israelíes se esfuerzan en negar la existencia de una población nativa Palestina cuando Israel fue creado en 1948. Esta negación constituye el origen de las injusticias cometidas por Israel contra el pueblo palestino.

Para Ilan Pappé, historiador israelí y profesor en la Universidad de Exeter en el Reino Unido, la Nakba es la raíz de todo el conflicto palestino, israelí y por eso un proceso de paz que no encare lo que ocurrió en 1948 no solucionará el conflicto. Pappé sostiene que lo que ocurrió entonces fue una limpieza étnica y así lo ha reflejado en investigaciones que han dado lugar a libros como “Una historia de la Palestina moderna” o “La limpieza étnica en Palestina”.

“Israel no quiere reconocer que lo que hizo en 1948 fue limpieza étnica porque eso constituiría una duda moral sobre su legitimidad”, señala al diario español El Mundo durante una entrevista en Madrid, horas antes de pronunciar una conferencia en Casa Árabe. “Supone un serio problema crear un Estado expulsando a la mayoría de su población nativa. Por eso, Israel teme abrir esta cuestión moral”, señala.

Pero a menos que Israel reconozca esta injusticia y repare a las víctimas, señala Pappé, no se podrá llegar a una paz verdadera. Las autoridades palestinas también reclaman que Israel reconozca su “responsabilidad histórica” en la “Catástrofe”.

Así, para lograr solucionar el conflicto originado en 1948, Pappé estima que “Israel debe reconocer lo que hizo a los palestinos, debe reconocerles como víctimas del sionismo”. El segundo paso es “tratar de corregir lo que hizo: permitir el regreso de los refugiados y detener la discriminación de los palestinos dentro de Israel, de Cisjordania y de Gaza”, afirma. “La solución es sugerir un régimen político de equidad en vez de Apartheid”, añade. Y el tercer paso para conseguir la paz es que, una vez hecho lo anterior, Israel estará en condiciones de “pedir al mundo árabe que acepte su presencia”, incide.

“El proceso de paz es una charada. Hemos desperdiciado 30 años de proceso de paz que no van a conducirnos a ninguna parte por no centrarnos en el problema real: lo que ocurrió en 1948”, afirma.

Es por eso por lo que califica la “iniciativa Ferry”, la revitalización del proceso de paz, en vía muerta desde 2008, que impulsa el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, “una pérdida de tiempo”. “La única ventaja de este proceso es proveer a Israel de una especie de inmunidad para actuar sobre el terreno”, previene en referencia a la continua expansión de las colonias judías en Cisjordania y Jerusalén Este. Estados Unidos ha declarado que la construcción de asentamientos es “contraproducente” para la paz. “Israel, como país y como sociedad no quiere la paz. El sionismo es un proyecto colonialista”, concluye Pappé.

Otra periodista española Rosa Meneses recuerda que hace un poco más de seis décadas después de la declaración del Estado de Israel, en el ambiente flotan sentimientos encontrados. En el reverso de la misma moneda, los palestinos recuerdan la “Nakba”, la catástrofe. La creación de Israel supuso el éxodo forzado de cerca de 800.000 personas, el 80% de la población Palestina, arrancadas de sus hogares y obligadas a instalarse en precarios campos de refugiados en los países árabes vecinos. Hoy, el número de refugiados alcanza, según la ONU, los cuatro millones de Palestinos.

Aquel 14 de mayo de 1948, con la expiración del mandato británico sobre Palestina, David Ben Gurion declaró la independencia de Israel. Eran las postrimerías de la II Guerra Mundial, que había provocado la exterminación de seis millones de judíos a manos de los nazis. El nuevo Estado sería un refugio para los supervivientes del Holocausto. Pero produciría otro: la desposesión del pueblo palestino, un expolio que continúa hoy, 65 años después.

Ésta es la razón por la que Israel, desde su creación, es un país que ha vivido en permanente estado de guerra. Al día siguiente de la proclamación de Ben Gurion, comenzó la primera guerra árabe, israelí. La ganó Israel un año después. Le sucedieron un segundo,1956 y un tercer conflicto, 1967. Éste último es conocido como la Guerra de los Seis Días, el tiempo récord en que las tropas israelíes ocuparon Jerusalén Este, Cisjordania y la franja de Gaza y arrebataron a Egipto la península del Sinaí y a Siria el Golán. Seis años después, los ejércitos árabes atacaron de nuevo a Israel. Era la Guerra del Yom Kipur: octubre de 1973.

Pese a que en los años posteriores Israel firmó la paz con Egipto en 1978, al que devolvió el Sinaí,  y con Jordania, en 1994, su beligerancia contra los palestinos y contra los países vecinos no se ha detenido. Siria y el Líbano han vivido confrontaciones directas, hasta el punto en que Israel invadió el país de los cedros en 1982, con la excusa de luchar contra los milicianos de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) que Arafat lideraba desde Beirut. La ocupación israelí del Líbano, y la resistencia a ella, se prolongaría hasta el año 2000, cuando Israel se retiró del sur libanés sin poder evitar que la milicia chií libanesa Hizbulá lo presentara como una victoria.

Fue la primera humillación del poderoso Ejército israelí, la joya de la corona. La institución armada de Israel, creada en 1948, sigue teniendo un papel crucial. Tanto, que su asignación representa hoy el 17% de presupuesto anual del Estado y dispone del único arsenal nuclear de la región. Nada de esto impidió que en 2006 sufriera una segunda humillación: la derrota nuevamente frente a Hizbulá, en la llamada Guerra de los 33 días.

El conflicto librado en el Líbano en el verano de 2006 es el primero que pierde Israel frente a sus vecinos árabes. En cierto modo, rompió con el mito de que Israel no puede perder una guerra porque desaparecería. Pero la desproporción del uso de la fuerza, los bombardeos israelíes mataron a 1.200 civiles, le provocó una reprimenda de la comunidad internacional. El sentimiento de asedio en Israel se ha acrecentado con los ataques verbales de Siria e Irán. Según una encuesta difundida recientemente por la CNN, un 75% de los israelíes cree que su país se verá envuelto en una guerra los próximos cinco años.

El escritor israelí David Grossman, que perdió a un hijo en la guerra de 2006, ha reflexionado sobre este sentimiento de continuo asedio: “Es como si tras más de 100 años de incesantes luchas políticas, de guerras y de infinitas operaciones militares de castigo, la sospecha y la hostilidad con que nos hemos acostumbrado a mirar a nuestros enemigos se hubieran convertido en nuestra forma casi automática de pensar y comportarse con el resto. Carecemos de compasión. No nos compadecemos de nosotros mismos y mucho menos de los demás”.

“Este país ha logrado una sucesión de desafíos únicos. Sin embargo, el fracaso de Israel, compartido con sus vecinos, es el de no haber logrado hacer la paz”, señalaba el politólogo de la Universidad Bar Ilan de Tel Aviv Eytan Gilboa a la agencia France, Presse. En efecto, si Israel es hoy una potencia económica regional, hay quienes lo llaman “el tigre hebreo” y un importante centro de innovación tecnológica y científica, el Wadi Silicon, versión local de Silicon Valley, el país tiene carencias democráticas graves, tanto internas como en su relación con los palestinos. 

Un reflejo de ello es la discriminación que sufre la población de origen palestino, un 20% de los ciudadanos, llamados eufemísticamente árabes, israelíes. Después de la “Nakba” de 1948, unos 120.000 palestinos se quedaron en territorio israelí y accedieron a la ciudadanía. Hoy, uno de cada cinco israelíes es de origen palestino, pero se enfrentan al “racismo” de las autoridades de un Estado que se define a sí mismo como “judío”, adoptando a priori una identidad excluyente.

Cada día, la minoría árabe, israelí lucha por lograr un trabajo o construir una casa. Una ley de 2007 les prohíbe comprar tierras, por ejemplo. Otra es la prohibición que rige desde 2003, que impide a los palestinos de Cisjordania reunirse con sus familias dentro de Israel. Una de las preocupaciones de los políticos israelíes es la llamada bomba demográfica. Si sigue la tendencia, pronto los palestinos sobrepasarán a los israelíes. “Los ciudadanos árabes están considerados cada vez más como enemigos que como ciudadanos con iguales derechos”, señala el informe anual de la Asociación por los Derechos Civiles en Israel. Según esta organización, los “ataques racistas” contra ciudadanos árabes, israelíes se dispararon un 26% en 2006. Según un sondeo reciente difundido por la televisión del Parlamento de Israel, el 76% de los israelíes de religión judía apoya la idea de transferir a los palestinos que viven en el país a un futuro Estado palestino, una opción rechazada de plano por los árabes, israelíes.

Otras minorías con ciudadanía israelí, drusos, beduinos, etíopes también sufren discriminación. Además, la sociedad israelí es muy heterogénea y carece de una identidad común, dados los diferentes orígenes geográficos e idiomas maternos de sus habitantes. Están los askenazíes, provenientes de la Europa del Este, los mizrahi, judíos de países árabes, los judíos rusos que tienen su propio partido y editan periódicos en su idioma.

A los problemas de convivencia de los distintos grupos sociales hay que añadir el deterioro de la esfera política, aquejada por la gerontocracia y por los casos de corrupción que acosan a sus líderes, entre ellos el propio primer ministro, Ehud Olmert. Así que Israel tampoco está para muchos fastos. Quizá por todo esto suenen vacías las palabras que pronunció el pasado 8 de mayo día en que, según el calendario hebreo, se conmemora la creación de Israel: “En el año 60 del Estado de Israel, podemos decir que Dios ha cumplido su promesa”.

Mientras, en los territorios de Cisjordania y Gaza, malviven 3,8 millones de palestinos. El optimismo de los Acuerdos de Oslo se desvaneció con la segunda Intimada, octubre de 2000 y la sistemática destrucción de las instituciones de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Sesenta años después de la ocupación de sus tierras, los palestinos siguen viviendo el expolio. Continúan sin tener ya no sólo un Estado, sino los niveles mínimos de una vida digna. La población civil vive una acuciante crisis humanitaria, agravada en los últimos meses por el bloqueo a Gaza.

Un informe del Consejo Económico y Social de la ONU afirmó a finales de 2007 que la ocupación israelí es la principal causa de la crisis humanitaria en los territorios palestinos. El ECOSOC advertía además del deterioro económico y alimentario como consecuencia del llamado muro de seguridad en Cisjordania, que comenzó a construirse en 2002. Si bien los israelíes reclaman que el muro ha logrado detener los atentados suicidas Palestinos, los efectos de su construcción han sido devastadores para la población civil. Ha provocado el aislamiento físico, migraciones internas y la privación a la población de sus medios de vida. La barrera también supone para los palestinos la privación de agua. Tal y como constata el ECOSOC, la construcción de la barrera ha cortado el acceso de los palestinos al 95% de sus propios recursos hídricos.

La ocupación israelí ha marcado estas seis décadas la vida de cada palestino. Es cierto que ha habido escasos periodos de paz, como el espejismo de los Acuerdos de Oslo de 1993, que permitieron crear la Autoridad Nacional Palestina en los territorios inconexos de Cisjordania y Gaza. Pero los palestinos nunca se han resignado a la ocupación y la han combatido incluso con violencia.

La situación en los territorios ocupados no ha hecho más que empeorar, dejando a un millón y medio de civiles atrapados en Gaza, debido al cierre de las fronteras, controladas por Israel. La retirada de los colonos de Gaza no ha traído más seguridad a Israel: ha aumentado espectacularmente el volumen de cohetes Qassam que los islamistas lanzan contra suelo israelí. Los cohetes, de fabricación casera, apenas causan víctimas, pero su impacto en la moral de la sociedad israelí es demoledor.

El escritor Miguel Murado, autor de los libros “La segunda Intifada. Historia de la revuelta palestina”, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2006  y “Fin de siglo en Palestina”, Lengua de Trapo, 2008, recuerda las palabras que pronunció el rabino Eliahu Leibowitz cuando Israel ocupó los territorios palestinos. Dijo que debería abandonarlos cuanto antes, porque cuando uno gana una guerra corre el riesgo de perder su alma.

“Es una desgracia para Israel ocupar territorios porque al lograrlo ha destruido su propia utopía de vivir en paz. Un pueblo que se acostumbra a gobernar sobre otro, inevitablemente se acaba volviendo insensible al sufrimiento. No hay nada intrínsecamente malo en los israelíes, pero ellos mismos se han puesto en una situación en la que la inocencia es imposible. No se puede ser inocente cuando se gobierna a millones de personas por la fuerza porque, inevitablemente, les tienes que hacer daño”, concluye este experto que cubrió el conflicto palestino, israelí entre 1998 y 2003.

Recientemente Israel aprueba más casas en Cisjordania y EEUU lo tacha de “contraproducente”.
Son edificios de varios pisos que serán construidos en una antigua base militar.

La Administración Civil israelí en Cisjordania, organismo dependiente del Ejército y del Ministerio de Defensa, ha dado luz verde a un proyecto de 296 viviendas en el asentamiento de Bet El, según han informado los medios locales.

El proyecto, aprobado ayer de forma preliminar por una subcomisión de esa Administración, forma parte de un acuerdo alcanzado el año pasado con los colonos para la evacuación del enclave de Ulpana, levantado de forma unilateral y que el Tribunal Supremo de Israel ordenó evacuar.

El diario “Yediot Aharonot” añade que se trata de edificios de varios pisos cada uno que serán construidos en lo que fue una base militar del asentamiento de Bet El, situado junto a la ciudad Palestina de Ramala.

Por su parte, Estados Unidos se ha mostrado en contra de esta iniciativa y ha calificado de “contraproducente” la continuación de la colonización de Israel. “Como el presidente Barack Obama ha dicho, los israelíes deben reconocer que una actividad continua de la colonización es contraproducente para conseguir la paz”, que Washington intenta generar entre israelíes y palestinos, ha declarado el portavoz del departamento de Estado, Patrick Ventrell.

La Administración Civil es el cuerpo militar que se encarga de los asuntos civiles en el territorio ocupado de Cisjordania y la que concede los permisos de construcción tanto a los colonos israelíes como a los palestinos que viven en las zonas aún bajo su jurisdicción C, según la clasificación de los acuerdos de Oslo.

Según fuentes del organismo, el proyecto preliminar fue aprobado con el conocimiento del ministro de Defensa, Moshé Yaalón, y en ausencia del primer ministro Benjamín Netanyahu, que se encuentra de visita en China.

La aprobación de las viviendas sigue a un período de varios meses en el que los líderes colonos se habían quejado de que existía un posible acuerdo entre Israel y EEUU para una moratoria no anunciada de la construcción en zonas ocupadas palestinas, con el fin de permitir el relanzamiento de las paralizadas negociaciones de paz.

Ayer, mientras la subcomisión daba luz verde al proyecto, la ministra de Justicia y responsable de las negociaciones, Tzipi Livni, estaba reunida en Roma con el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, que regresará a la región a fin de mes para seguir los contactos con las partes.

Los palestinos y la comunidad internacional consideran los asentamientos judíos el principal obstáculo para reactivar el proceso de paz y demandan que Israel cese toda la actividad en el territorio que ocupó en la Guerra de los Seis Días de 1967.

La última palabra sobre la construcción en las colonias la tiene el primer ministro, que durante el mes de marzo pidió a los ministros relevantes no conceder ningún permiso con motivo de la visita del presidente de EEUU, Barack Obama.

La radio militar informó el pasado martes que Netanyahu ordenó al ministro de Vivienda y Construcción, Uri Ariel, un cese temporal de la licitación de nuevos proyectos de asentamientos judíos en Cisjordania y Jerusalén Este.

Altos oficiales israelíes indicaron ese mismo día al diario “Haaretz” que el primer ministro israelí ha prometido a Kerry “frenar” la construcción de asentamientos hasta mediados del próximo mes de junio.

La presidencia de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) ha condenado este jueves en una oficial la aprobación del programa preliminar de construcción, ha indicado la agencia oficial “Wafa”.

El portavoz presidencial, Nabil Abu Rudeinah, ha considerado que la decisión israelí es “un intento de sabotear el proceso de paz y los esfuerzos en la región de la administración estadounidense”, especialmente de Obama y Kerry.

“La decisión israelí es un mensaje a la administración de EEUU y un golpe al proceso de paz”, ha afirmado Rudeinah y ha considerado que el Gobierno israelí persigue arrastrar a la violencia a la región en lugar de a la paz y la estabilidad, lo que demuestra que no está interesado en la paz”.

Recogemos ahora una declaración del Comité Central Israelita del Uruguay en el 65º Aniversario del Estado de Israel.
 
El Comité Central Israelita del Uruguay con su mayor alegría y regocijo saluda al Gobierno y pueblo del Estado de Israel en su 65º Aniversario. A su vez recuerda la incansable labor del Prof. Enrique Rodríguez Fabregat en la constitución del Estado. judío.

En Agosto de 1947 el entonces presidente del Uruguay, Luis Batlle Berres, decidió integrar a la Comisión Especial para Palestina (UNSCOP) al Prof. Enrique Rodríguez Fabregat junto al Prof. Seco Ellauri y el Ing. Sisto. Desde entonces Uruguay mostró su fuerte compromiso a la creación del Estado Judío.

Hubo otros muchos uruguayos  que apoyaron la causa desde diversos ámbitos del quehacer político, social y cultural. Cabe destacar: Presidente de la República Tomás Berreta, Ministros de Relaciones Exteriores Mateo Márquez Castro, José Serrato, Daniel Castellanos, Santiago Rompani. Presidentes del Comité Uruguayo Pro Palestina Dr. Augusto Turenne y Poeta Carlos Sabat Ercasty, Vicepresidentes Dr. Celedonio Nin y Silva y Alvaro Vázquez, Secretarios Esc. Ernesto Guerrini y Dr. Velarde Pérez Fontana y sus integrantes y colaboradores: Hugo Fernández Artucio, Eduardo J. Couture, Rafael Fosalba, Héctor Paysée Reyes, Adolfo Tejera, José Pedro Cardozo, Emilio Oribe, Alberto Zum Felde, Francisco Pucci, Tomás Brena, Julio César Grauert, Luis Ignacio Garibaldi, Tomás de la Fuente, Jaime Bayley, Justino Jiménez de Aréchaga, Bartolomé Vignale, Hugo Ricaldoni, Miguel de Dios Serra, Antonio Grompone, Emilio Frugoni, Alfredo Lepra. Especial mención merece el Dr. Jacobo Hazán, incansable y comprometido luchador.

Hoy luego de un poco más de 65 años el Comité Central Israelita del Uruguay destaca la postura uruguaya, históricamente favorable y hermanada, que no pasará jamás desapercibida en la historia del Estado de Israel, lo que nos enorgullece como uruguayos y como judíos.

Expresamos nuestros mejores deseos de prosperidad y paz, justa y duradera. Desde la Colectividad Judía del Uruguay continuaremos apoyando el ineludible reto de construcción de caminos de justicia y prosperidad.

Una página web “La Voz Judía” festeja que en Uruguay, los judíos vuelven al gobierno, con este comentario:
 
Cuando el Dr. Tabaré Ramon Vázquez juró como primer presidente de izquierda en la historia de Uruguay, los 23.000 miembros de la fuerte comunidad judía del país se formularon la vieja pregunta: ¿Será esto bueno para los judíos?
La corta respuesta, según los líderes comunitarios, es que sí.

Dicen que la comunidad judía de Uruguay no le teme a Vázquez a pesar de su admiración por Fidel Castro de Cuba, Hugo Chávez de Venezuela y otros mandatarios de izquierda, que suelen ser pro árabes.
“Estamos esperando ver qué sucederá,” dijo Marcelo Cynovich, director de Hillel Uruguay y activista en causas sionistas. “Parecería ser que todos están apostando por este cambio. Hasta ahora, no ha sido como en Venezuela, donde Chavez cortó de inmediato todo contacto con la comunidad judía.”

Además, dijo Israel Buszkaniec, presidente del Comité Central Israelita del Uruguay, un grupo que alberga las organizaciones judías uruguayas, “tenemos muy buenas relaciones con muchas personas en el nuevo gobierno, incluyendo ministros, diputados y senadores”.
“En Venezuela, la comunidad judía estaba en contra de Chavez antes de que éste haya asumido, y además apoyaron el intento de golpe de estado en su contra en el 2002,” dijo. “Vázquez no es como Chavez.”

De hecho, Vázquez, oncólogo de 64 años y en el pasado intendente de Montevideo, ha nombrado al menos seis judíos para puestos gubernamentales.

Recientemente, líderes del Comité Central tuvieron una reunión con tres altos funcionarios del Ministerio de Desarrollo Social.
En la reunión presentaron un programa junto con el Comité de Distribución del Joint Judío Norteamericano, para aliviar la pobreza en Uruguay, una nación que en el pasado fue conocida como “la Suiza de América Latina” por su prosperidad y estabilidad política.

Según el Instituto Nacional de Estadísticas uruguayo, cerca de un tercio de los 3,4 millones de habitantes del país viven debajo de la línea de la pobreza, incluyendo 100.000 ciudadanos clasificados como “destituídos”. Además, las cifras del Ministerio de Salud demuestran que el 19 por ciento de los niños uruguayos sufren de desnutrición severa.
La comunidad judía uruguaya ha pasado por tiempos difíciles. Miles de comerciantes judíos de clase media se quedaron sin trabajo después de la crisis económica uruguaya en el 2001, como consecuencia directa de la devaluación del peso en la vecina Argentina.

A pesar de que la economía uruguaya ha crecido durante los últimos dos años y su producción doméstica crecerá este año en un 6 por ciento, no hay duda que Vázquez comienza su candidatura de cinco años en medio de una continua incertidumbre económica.
“En todo sentido el 2004 fue mucho mejor que los dos años anteriores, pero estamos saliendo de menos 100 a menos 80,” dijo Cynovich, director de Hillel.
“Las cosas han mejorado y la gente está un poco más optimista, pero aun hay mucho por hacer. El objetivo principal del nuevo gobierno es reducir el nivel de pobreza en Uruguay.”

Vázquez que fue electo en octubre, ha dicho que pondrá gran énfasis en temas sociales mientras que se distanciará de los Estados Unidos en lo económico, el comercio y temas de política externa. Esto forma parte de una reciente tendencia en los países de América Latina que han cambiado sus gobiernos conservadores pro Washington, con gobierno de izquierda.

Esta tendencia comenzó en 1998 con la elección de Chávez en Venezuela y ha continuado con las victorias de Luiz Inacio “Lula” da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina, Ricardo Lagos en Chile y Lucio Gutierrez en Ecuador.
“Nuestra preocupación original siempre fue la postura de la izquierda respecto a Israel. Pero no existe una evidencia real de que el nuevo gobierno será en ese sentido diferente que el anterior,” dijo Miguel Brechner, que fue nombrado por Vázquez para encabezar el Laboratorio Tecnológico del Uruguay, un instituto científico perteneciente al estado.

“La política del gobierno seguramente estará enfocada en mayor derechos humanos y respeto por las minorías.” Hasta hace poco, Brechner era el secretario general del Comité, pero tuvo que dejar este cargo para ocupar el ofrecido por el gobierno. Dijo que Uruguay disfrutó históricamente de relaciones estrechas con Israel, y que no hay motivo para pensar que las relaciones corren peligro por tener un gobierno de izquierda como el de Vázquez.

Pero dijo que “esto no significa que Uruguay apoyará a Israel todo el tiempo” en la Asamblea General de la ONU. “Hemos tenido 20 años de democracia, y muchas veces en el pasado, el gobierno uruguayo votó en contra de Israel.”
Además de Brechner, hay otros judíos en la administración como Eduardo Zaydenstatt, jefe del servicio de ingresos internos de Uruguay, y Daniel Olesker, que reorganizará el Ministerio de Salud.

El Semanario Búsqueda publicó algunas novedades del libro escrito del politólogo y diputado del Partido Colorado, Fernando Amaro, “Mandato de sangre. El poder de los judíos en Uruguay”.  

Allí se señala que en Uruguay funciona un servicio secreto judío “paraestatal” y “clandestino” que coordina con el Estado, según libro de Amado.

El hecho ocurrió hace algunos años; en la sede de la Comunidad Israelita del Uruguay, el ministro del Interior de entonces le preguntó al presidente de la organización judía: “¿Ese es tuyo o mío?”. “¿Por qué? ¿Qué precisa?”, le preguntó a su vez. “Preciso comprar cigarros”, le respondió el jerarca uruguayo. “Es mío, deje que yo le hablo”, le aclaró el titular del comité.

La anécdota está relatada en el libro “Mandato de sangre. El poder de los judíos en Uruguay”, del politólogo y diputado del Partido Colorado Fernando Amado. El libro, dedica un capítulo a uno de los temas que menos se conoce sobre la actividad judía en el Uruguay: su propio servicio secreto de seguridad e inteligencia.

La anécdota que se cuenta en el libro demuestra que las autoridades uruguayas están al tanto de la existencia de ese servicio “paraestatal” y “clandestino”, dice Amado en el libro, aunque aclara que esta organización coordina con el gobierno.

El nombre de este servicio es “Bitajon” y tiene a su cargo la “seguridad e inteligencia” que se brinda a cualquier institución o familia judía particular que los precise, se indica en el libro.

En Uruguay, “Bitajon” comenzó a funcionar desde el nacimiento del Estado de Israel, hace 60 años, por una “simple razón”, explica Amado: la “desconfianza de los judíos en las Fuerzas Armadas del Estado uruguayo, cuya misión “debería” incluir la defensa de los judíos que son parte de la sociedad”.

¿Por qué existe esa desconfianza? Por la “posible presencia de elementos antisemitas en el seno del aparato familiar que pudiera afectarlos directamente como colectividad”, señala el autor.

El único lugar del mundo donde no hay “Bitajon” es Estados Unidos, porque la comunidad judía confía “ciegamente” en los servicios de seguridad de ese país.

Al comienzo, la principal preocupación de “Bitajon” fue la “seguridad de los movimientos juveniles, las instituciones, la embajada, y la custodia de las personalidades” que visitaban Uruguay, pero luego comenzó a estudiar los focos de antisemitismo.

Bitajon “no figura oficialmente en ningún lado ni tiene personería jurídica. Para el Estado uruguayo no existe, pero las autoridades sí saben de su existencia”, informa Amado.  

Hasta el gobierno de Luis Alberto Lacalle desde 1990 a1995, “Bitajon” era una “organización paraestatal y clandestina”. Pero durante el mandato de Lacalle, debido a una “ofensiva” por el “control de armas” y tras el atentado que sufrió la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en Buenos Aires, “las autoridades de la colectividad judía decidieron “blanquear” su situación con las autoridades nacionales”. Eso se informó en una serie de reuniones, dice el autor.

Desde ese momento comenzó un relacionamiento que se mantiene hasta hoy. “Cuando viene al país alguna autoridad, cuando se celebra el acto de La Noche de los Cristales Rotos en la B"nai B"rith, la recordación del holocausto en la Kehilá o cuando hay grandes aglomeraciones de integrantes de la colectividad como en las sinagogas en Rosh Hashanah o Yom Kipur, “Bitajon” es el encargado de armar operativos importantes de seguridad en los que colaboran tanto la Policía como personal del Ejército. El cuerpo de francotiradores de la Policía y el Equipo de Desactivación de Artefactos Terroristas del Ejército coordinan y participan de dichos operativos”, relata Amado en el libro.

Una autoridad de la colectividad judía uruguaya explica al autor que trabajan en coordinación con la Dirección de Inteligencia del Estado, la Policía, Bomberos y unidades especializadas del Ejército.

“Otra realidad que se “blanqueó” fue la de la tenencia de armas. A partir de 1994, luego de consultas a distintos juristas entre los que se destaca Gonzalo Fernández, los jefes hicieron los cursos correspondientes, según marcan las leyes vigentes para obtener el porte de armas”, dice Amado.

Muchas veces, afirma el autor, “Bitajon”, “no solo se queda en la prevención sino que pasa a la fase de acción”. “Un alto dirigente de la colectividad judía explica: “Nosotros pintamos, sacamos fotos, hacemos seguimientos, obligamos a la Policía a no hacerse la pelotuda, pero también a veces tenemos que actuar. Hay cosas que son normales en la vida y escapan al ámbito policial y las arreglamos nosotros. Por ejemplo, hubo una época en que se empezó a dar sistemáticamente que agarraban a chicos judíos en Pocitos y les daban una paliza. Eso lo arreglamos rápidamente. La Policía hace su trabajo, y el “Bitajon” hace su trabajo también”.

Otro caso involucró al ex director de Rentas, Eduardo Zaidensztat, a quien se acusó de “coimero” en unas pintadas. “Bitajon fue quien actuó rápidamente en este caso pescando in fraganti a los autores mientras hacían su trabajo, les tomaron fotografías e inmediatamente el presidente del Comité Central Israelita del Uruguay Ernesto Kreimerman fue informado sobre lo que acontecía”, puntualiza Amado en su libro. Kreimerman realizó la denuncia a la Policía.

Un ex jefe de “Bitajón”, que prefirió que no apareciera su nombre en el libro, dijo que el accionar de su organización actúa en el “pretil” de la ley y que “muchas veces estiran las leyes lo necesario”.

Esta organización de seguridad tiene aproximadamente 30 personas contratadas, que trabajan en las instituciones todos los días como personal de seguridad estable y permanente, escribe Amado.

Los contratados son reclutados de manera diferente a los voluntarios, pertenecen a “sectores socioeconómicos más bajos y son de mayor edad. Además, la mayoría viajó a Israel y recibió “instrucción especial”. Quienes llegan a las jefaturas de “Bitajon” son los únicos que portan armas, para lo que recibieron un entrenamiento especial. Son entre ocho y diez jefes que tienen entre 35 y 40 años y se caracterizan por una “gran perseverancia, por tener un coeficiente intelectual superior a la media, por no ser violentos y por tener talento al momento de manejar situación de alta tensión y actuar con tranquilidad bajo presión”.

“Todo este entramado funciona como un ejército. Se dan y se reciben órdenes, hay una cadena de mando bien establecida y es fundamental el cumplimiento de las órdenes para que los operativos tengan éxito”, apunta Amado.

La cantera para el reclutamiento son los jóvenes judíos que asisten a la colectividad judía o a los movimientos juveniles. Entre los 17 y los 19 años, los jóvenes están pendientes de ser llamados para integrar “Bitajon”, de lo que los padres no se enteran.

Durante dos años el candidato está a prueba. Recibe entrenamientos físicos y de defensa personal que tiene varias particularidades, escribe Amado en el libro. “En primer lugar, se rota permanentemente de lugar, día y hora de entrenamiento. En segundo lugar, hombres y mujeres entrenan a la par. En tercer lugar, los instructores son muy exigentes y los entrenamientos son violentos y duros”, añade.

En las clases teóricas, en tanto, se les enseña estrategia, inteligencia y cómo realizar operativos tanto preventivos como reactivos. Asimismo, se les enseña “cómo disimular y ocultar su pertenencia a la organización. Aprenden rutinas para no ser descubiertos, para que nadie sospeche que integran Bitajon, ni siquiera los padres”.

En uno de los capítulos del libro, Amado analiza la relación de los judíos con la política uruguaya. Señala que tradicionalmente la comunidad judía estaba vinculada en su gran mayoría al Partido Colorado, al batllismo en particular y, en menor medida, al Partido Comunista.

Pero esto cambió con la llegada de Lacalle. El ex presidente recuerda en el libro su primer encuentro con el Comité Central Israelita (CCI). En esa reunión lo primero que planteó fue “aclarar el malentendido” que había entre su “familia” y la colectividad judía. Lacalle se refería a las acusaciones de que su abuelo, Luis Alberto de Herrera, era pro nazi.

“Yo me propuse que ese malentendido entre mi familia, el Herrerismo y la colectividad judía terminara, porque me había propuesto invadir dos troncos que el Partido Colorado creía que tenía como propios: el campo militar y el campo judío. En los dos me metí. Recuerdo, pobre Nahum Bergstein, querido amigo, coloradazo y batllista, que una vez le preguntaron a quién votan los judíos en Uruguay, y dijo: “Antes de Lacalle a los colorados”. Pero no lo hice con esa intención, es que me pareció una lástima que nos estuvieran vedados los cuarteles, la opinión militar, y la opinión de la colectividad judía”, justifica Lacalle en el libro

Según Amado, Lacalle asegura que tiene sangre judía, que reza y que va a la sinagoga.

El autor también señala que es el gobierno de José Mujica donde se da una mayor presencia de judíos en el gobierno. En tal sentido da cuenta de una charla entre el mandatario y Bernardo Olesker, presidente de honor de la Organización Sionista del Uruguay. “¿En qué gobierno tuviste tres ministros judíos?”, le preguntó Mujica a Olesker en referencia a Roberto Kreimerman (Industria), Ricardo Ehrlich (Educación) y el hijo de Bernardo, Daniel Olesker (Desarrollo Social). “¡Pero también me diste a el canciller Almagro, que todos los días me saca algo contra Israel!”, le respondió Olesker.

“En estos dos últimos gobiernos, nunca hubo tantos jerarcas de gobierno de origen judío, ¡jamás!”, remarca por su parte Caros Kierszenbaum, director de la B"nai B"rith.

En el libro, Amado también analiza cómo se movió la comunidad judía durante la dictadura entre 1973 y1985. Saúl Gilvich, ex presidente del CCI, reconoció que pudo haber judíos que de forma individual hayan “colaborado con la dictadura”, pero no las instituciones judías.

En tanto, el contador Moisés Cohen fue un “judío íntimamente ligado al gobierno de facto por afinidad ideológica”, sostiene Amado en el libro. “Yo, para bien o para mal, soy anticomunista. Pero además creo que en este país se ha cometido una injusticia muy grande con el Ejército: yo lo conocí mucho, estuve ocho años en el gobierno”, asegura Cohen.

La comunidad judía se vio dividida luego por el tema derechos humanos. El hecho principal ocurrió en 1997, cuando Pedro Sclofsky, presidente del CCI, leyó un discurso durante el tradicional acto de agasajo a la prensa en el que se pronunció a favor de conocer el lugar donde fueron sepultados los desaparecidos en dictadura.

Eso dividió a la interna del Comité Central, al tiempo que le generó un duro enfrentamiento a Sclofsky con el gobierno de Julio María Sanguinetti. “Renuncié porque no me sentí apoyado”, argumenta Sclofsky en el libro. Por su parte, el ex secretario de la Presidencia durante el segundo gobierno de Sanguinetti, entre 1995 y 2000, Elías Bluth, comenta en el libro que sintió la referencia al tema que realizó Sclofsky como un “agravio” personal y al gobierno, que tuvo “consecuencias”: el alejamiento de Sclofsky de la presidencia del comité.

Un referente de la colectividad que pidió que se mantuviera su nombre en el anonimato recuerda en el libro que en ese momento hubo “llamados de Presidencia a gente de la comunidad, Bluth, inadmisible”.